Me considero una de esa clase de persona que no se rinde fácilmente pero que a la mínima se le echa el mundo encima, ese tipo de chica que no piensa lo que dice, soy alguien fácil de convencer y difícil de hacer entrar en razón. Suelo ser la que se sabe poner sin problemas en el lugar del otro, ese tipo de persona que nunca llegas a conocer del todo, y que sin querer sonríe para parecer mucho más fuerte. Una de esas personas que se despiertan pensando en que le pasará hoy. Una de esas personas que cada mañana dice 'buenos días' por muy dormida que esté. De esas personas que les cuesta poco enfadarse, pero que cuando lo hacen tienen mucha facilidad de perdonar. De esas personas que se preocupan por sus amigos. De esas personas que cuando quieren algo, lo intentan hasta no poder mas. De esas personas que intentan alegrar el día con una sonrisa. Una de esas, que no paran de hablar de ti. Que cada vez que escuchan tu nombre un escalofrío recorre su cuerpo, que cada vez que les dices algo bonito los ojos se le iluminan.

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sábado, 9 de abril de 2011

El destino.

La idea del destino es un pensamiento que aparece con la edad. Cuando se tienen los años que tenemos ahora generalmente no se piensa en ello, todo lo que ocurre se ve como fruto de la propia voluntad. Te sientes como un obrero que, poniendo una piedra tras otra, construye ante sí el camino que habrá de recorrer. Sólo mucho más adelante te das cuenta de que el camino ya está hecho, alguien lo ha trazado para ti, y todo lo que puedes hacer es avanzar. Es un descubrimiento que habitualmente se produce hacia los cuarenta años: entonces empiezas a intuir que las cosas no dependen solamente de ti. Es un momento peligroso durante el cual no es raro resbalar hacia un fatalismo claustrofóbico. Para ver el destino en toda su realidad has de dejar que transcurran algunos años más. Hacia los sesenta, cuando el camino a tus espaldas es más largo que el que tienes delante, ves una cosa que antes nunca habías visto: el camino que has recorrido no era recto, sino que estaba lleno de bifurcaciones, a cada paso había una flecha que señalaba una dirección diferente; a cierta altura se abría un sendero, en otro sitio una senda herbosa que se perdía en los bosques. Cogiste alguno de esos desvíos sin darte cuenta, otros ni siquiera los viste; no sabes adónde te habrían llevado los que dejaste de lado, si a un sitio mejor o peor; no lo sabes; pero igualmente sientes añoranzas. Podías haber hecho algo y no lo has hecho, has vuelto hacia atrás en vez de avanzar. Como el juego de la oca, ¿Te acuerdas? La vida se desarolla más o menos de la misma manera. A lo largo de los cruces de tu camino te encuentras con otras vidas: conocerlas o no conocerlas, vivirlas a fondo o dejarlas correr es asunto que sólo depende de la elección que efectúas en un instante. Aunque no lo sepas, en pasar de largo o desviarte a menudo está en juego tu existencia, y la de quien está a tu lado

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