La recuerdo porque fue la primera
vez que mi corazón se olvidó de latir. Cuando nuestros
labios se rozaron, yo lo sabía. Sabía que me haría
adicta a ti. Y ahora aquí estoy. En la oscuridad de mi
habitación, prisionera de tu perfección. ¿Qué
esperabas? Haces que sea imposible no quererte. No consigo sacarte de
mi cabeza ni un instante. Tus caricias, tus abrazos, tus besos, la
forma en la que me miras, en la que me sonríes. Haces que
pierda la cabeza. Y me susurras al oído que me quieres, y no
te das cuenta de que tu voz y esas palabras se quedan grabadas dentro
de mí. He llegado a un punto en el que ni siquiera yo misma sé
cuánto te quiero. Porque es algo tan grande y sincero que ni
siquiera se puede medir. No me hace falta buscar una razón por
la que sobrevivir, ya no. Porque esa razón eres tú.
Me considero una de esa clase de persona que no se rinde fácilmente pero que a la mínima se le echa el mundo encima, ese tipo de chica que no piensa lo que dice, soy alguien fácil de convencer y difícil de hacer entrar en razón. Suelo ser la que se sabe poner sin problemas en el lugar del otro, ese tipo de persona que nunca llegas a conocer del todo, y que sin querer sonríe para parecer mucho más fuerte. Una de esas personas que se despiertan pensando en que le pasará hoy. Una de esas personas que cada mañana dice 'buenos días' por muy dormida que esté. De esas personas que les cuesta poco enfadarse, pero que cuando lo hacen tienen mucha facilidad de perdonar. De esas personas que se preocupan por sus amigos. De esas personas que cuando quieren algo, lo intentan hasta no poder mas. De esas personas que intentan alegrar el día con una sonrisa. Una de esas, que no paran de hablar de ti. Que cada vez que escuchan tu nombre un escalofrío recorre su cuerpo, que cada vez que les dices algo bonito los ojos se le iluminan.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario