Me considero una de esa clase de persona que no se rinde fácilmente pero que a la mínima se le echa el mundo encima, ese tipo de chica que no piensa lo que dice, soy alguien fácil de convencer y difícil de hacer entrar en razón. Suelo ser la que se sabe poner sin problemas en el lugar del otro, ese tipo de persona que nunca llegas a conocer del todo, y que sin querer sonríe para parecer mucho más fuerte. Una de esas personas que se despiertan pensando en que le pasará hoy. Una de esas personas que cada mañana dice 'buenos días' por muy dormida que esté. De esas personas que les cuesta poco enfadarse, pero que cuando lo hacen tienen mucha facilidad de perdonar. De esas personas que se preocupan por sus amigos. De esas personas que cuando quieren algo, lo intentan hasta no poder mas. De esas personas que intentan alegrar el día con una sonrisa. Una de esas, que no paran de hablar de ti. Que cada vez que escuchan tu nombre un escalofrío recorre su cuerpo, que cada vez que les dices algo bonito los ojos se le iluminan.

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miércoles, 31 de agosto de 2011

Sabes? A menudo pienso en nuestra historia.

 En todos los momentos que pasé a tu lado y en los que me faltaban. Y después de noches y noches en vela, reflexionando sobre todo lo que hemos vivido, he llegado a la conclusión de que a lo mejor es verdad lo que todos me decían y me enamoré de tí. Yo no lo quería y desde luego no era lo que buscaba. Pero hubo un momento, en una fracción de segundo, o incluso menos, en la que hiciste algo. Yo no sé el qué, qué estúpida sonrisa pusiste, cómo arqueaste la ceja o qué puñetera pieza de mi interior ajustaste para hacerme ésto, para entrar tan adentro. Hiciste que el corazón me doliera de la forma buena con cada latido cuando estabas cerca. Hiciste que fuera todo lo feliz que puede ser una persona con un solo beso. Y no te hizo falta nada más. Todavía recuerdo la primera vez que me dijiste que me querías. Recuerdo el pulso acelerado, la forma involuntaria en la que los músculos de mi cara se tensaron formando una sonrisa en la que yo no había ni pensado. Tú que tanto daño me habías hecho, que provocaste que casi llegara a odiarte. El de las mil caricias y los besos infinitos, el de los labios de fresa y los ojos de miel. El que hacía que el miedo se esfumase con tan solo tomarme la mano. El que hace que siempre que lo tengo delante hace que me pregunte cómo no voy a quererle.

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